Una enfermera estadounidense fue condenada el martes a cadena perpetua por el asesinato de siete veteranos de guerra ancianos y enfermos, a quienes inyectó deliberadamente dosis letales de insulina.
Reta Mays, de 46 años, se declaró culpable en julio pasado de las siete muertes y de un intento de homicidio de un octavo hombre, evitando así un juicio y una investigación profunda sobre una docena de otras muertes sospechosas.
Enfrentada el martes por primera vez a los familiares de sus víctimas durante una audiencia destinada a fijar su sentencia, no dio explicaciones de sus actos. «No hay palabras que pueda decir para dar consuelo a las familias. Lo único que puedo decir es que lamento mucho el dolor que provoqué», dijo simplemente, sollozando.
Su abogado sugirió que Mays había perdido la capacidad de «pensar claramente» debido a problemas de salud mental, incluido el estrés postraumático producto de haber servido en Irak, exacerbado por el estrés causado por su empleo como enfermera nocturna en un hospital para excombatientes de Virginia Occidental, el Clarksburg, donde ocurrieron los hechos.
Pero el juez Thomas Kleeh dijo que «no había ninguna explicación, y, por supuesto, ninguna justificación» para sus crímenes. «Eres el monstruo que nadie ve venir», dijo.
«El país tiene una pesada deuda con cada uno de ellos», agregó en referencia a las víctimas, citando los antecedentes de servicio de estos exsoldados, algunos de los cuales habían combatido en la Segunda Guerra Mundial.
«Cobarde»
Mays admitió haber administrado insulina entre julio de 2017 y junio de 2018 a estos hombres de entre 81 y 96 años, que no la necesitaban. Esta hormona, necesaria para el tratamiento de la diabetes, es peligrosa para las personas no afectadas por esta enfermedad porque reduce el nivel de glucosa en sangre y puede provocar un coma e incluso la muerte.
Las muertes parecían naturales al principio, pero un médico finalmente hizo sonar la alarma. A continuación se abrió una investigación y algunas víctimas fueron exhumadas para una autopsia.
La esposa de uno de ellos contó al tribunal la conmoción que sintió cuando vio «la palabra homicidio» escrita en el informe del médico forense. «No sé por qué hizo eso, probablemente nunca lo sabremos, pero me arrebató la vida», dijo Norma Shaw, esposa de George Shaw.
Otros familiares de víctimas llamaron a Reta Mays «asesina en serie» o «cobarde». «Te llevaste a algunos de los mejores hombres de su generación (…) cuando ellos eran más vulnerables», le reprochó Melanie Proctor, cuyo padre, Felix McDermott, sucumbió a estas inyecciones.
«Ella también nos hizo perder toda la confianza en el Departamento de Asuntos de los Veteranos, hacia el cual mi padre sentía una gran estima», agregó, mencionando la falta de vigilancia.
Este departamento, que gestiona el hospital, realizó una investigación para determinar su responsabilidad y selló diez acuerdos de compensación con familiares de las víctimas.
Su inspector general publicó las conclusiones el martes: «Graves errores médicos y administrativos, especialmente en los procedimientos de contratación y administración de drogas», impidieron la detección a tiempo de los actos delictivos de Mays, escribió en su informe.
Además, la mujer había sido sospechosa de violencia durante su desempeño como guardia de prisión de 2005 a 2012, pero el departamento de personal del hospital, que la contrató en 2015, no realizó los controles suficientes, revela. Por último, según el informe, la insulina era de fácil acceso y su uso estaba mal monitoreado.